4/6/09

Vida parasitaria

El paso de la modernidad en la vida no cabe duda que deja huella, nos hemos rodeado de infinidad de aparatos tecnológicos que con el slogan de facilitarnos el desarrollo, poco a poco forman parte de nuestro diario acontecer, son tan ordinarios y comunes que su utilidad hace mella, cuando carecemos de alguno de estos aparatos nos llegamos a sentir como la encía sin un molar, como el perro sin dueño, como la paloma doméstica sin su jaula. ¿Por qué me atrevo a afirmar esto? En lo corto de mi larga vida he visto o vivido en carne propia los estragos que generan la dependencia hacia ciertos objetos que nos acompañan y acomplejan a la vez.


De niño parecía un pelele hipnotizado o más bien idiotizado por la televisión, por cierto siempre que se descomponía me embargaba una tremenda tristeza parecida al luto o cuando un familiar se enferma. Tiempo después con la creación de los juegos de video continué con la vista fija al televisor, este vez tenían cierto movimiento mis articulaciones, izaba los brazos o los corría de izquierda a derecha según la habilidad que ordenara el videojuego; años más adelante permanezco igual de idiota frente a un monitor, ahora es el de la computadora, observando las “bondades” de la Internet. ¿Qué sucede cuándo de forma brusca se corta esa dependencia? Nos sentimos de lo peor, incapaces y llenos de frustración.


Vas a salir a alguna parte, te subes al coche, insertas la llave y no da marcha, sólo se escucha un crujido horripilante, la cochera se inunda de humo cual concierto de algún grupo de Heavy Metal, y el carro no camina, en tu interior pronto comienza a florecer un sentimiento de impotencia, te decepcionas al grado de abandonar la actividad que ibas a realizar y desmotivado te pones a huelga ese día, como si fueras vehículo del D.F. colocas tu propio letrero de “Hoy no circula”; y efectivamente ese día y los demás que pasará el automóvil en el taller te mantendrás autoexiliado, bajo la triste consigna de que no te puedes mover.


Te encuentras en algún sitio de nuestra velocísima ciudad y descubres que olvidaste el teléfono celular en ninguna parte, comienzas a preguntarte cuántas llamadas se te han perdido, los mensajes de texto sin responder que probablemente en esos instantes está recibiendo el móvil; la angustia te embarga cuando imaginas si te llegara a ocurrir un accidente, ¿cómo sabrían tus parientes de ese lamentable suceso? De forma viceversa el cerebro empieza a fraguar que tu abuelita, madre o algún hijo de pronto sufren de una repentina enfermedad y tristemente se encuentran solos sin que nadie los auxilie; mientras sigues ahí aislado, incomunicado, gracias a ese fatal descuido.


Hace unos meses diversos medios difundieron la noticia que el uno de abril atacaría a todas las computadoras que abrieran archivos por la Web un gusano viral llamado “Conficker”, el cual prácticamente al activarse fragmentaría el disco duro de la PC hasta desaparecerlo; la advertencia consistía en no utilizar la red por ese día, inmediatamente la incomodidad no se hizo esperar; de nueva cuenta tu persona es invadida por una desgraciada inseguridad, ¿y ahora qué voy a hacer en mi empleo sin poder conectarme al Messenger o poder consultar mi correo electrónico? ¿Cómo voy a trabajar?


La molestia por no poder conectarse a la red en algunos centros laborales se fue incrementando hasta el grado de no hacer lo que verdaderamente tendría que desempeñarse de forma laboral, justificando que sin espacio virtual no se podía ejercer el empleo de forma idónea. ¿Pero cómo va a ser tan necesario este recurso si algunas de esas inquietas personas se desempeñan en el ramo de la contabilidad, la administración, el secretariado incluso hasta la docencia?


El enfado habría cundido a mayores si se hubieran enterado que en realidad se trataba de una broma consecuencia de que en algunos países del hemisferio norte el uno de abril se conmemora el “April´s Fool Day”, que es algo así como el equivalente al día de los inocentes en América; y al igual que acá se hacen bromas, las cuales varían desde las más pesadas hasta las simples o cándidas, obvio esta vez fue buena parte del planeta a los que nos convirtieron en el hazmerreír.

Siendo honesto no logro concebir el hecho de que gracias al uso de los supuestos “utensilios” o “triques tecnológicos” hemos olvidado algunas funciones ordinarias que hacíamos antes sin la supuesta ayuda de éstos; a veces llego a creer que la vida sin ellos era menos complicada, y que realmente no concurre esa supuesta interdependencia que se llega a considerar existe entre tales objetos y uno; más bien se trata de un esnobismo generado a partir de la influencia comercial que fomenta tal dependencia. Cuenta la historia que el filósofo griego Sócrates siempre al llegar a los sitios en Roma donde se desarrollaba la venduta, sabiamente exclamaba “cuántas cosas venden aquí que no necesito”.




Esta frase me recuerda la ingrata experiencia de una conocida que invirtió sus ahorros en un costoso equipo gimnástico que supuestamente moldearía su figura. A diario, hora y media se dedicaba a utilizarlo, pasados lo meses se topa con su tía a la cual tenía más del año de no verla. La pariente una vez que la abrazó y besó en la mejilla, con una sonrisa en la boca pronuncia lapidariamente, “¡Mira qué bien te ves! Se nota que te va de maravilla, es más estás más cachetoncita”. ¡Qué onda! ¿De qué se trata? Aquí si la dependencia cortó de tajo el cordón umbilical, dándose cuenta de que no todo lo que brilla gracias al marketing publicitario es oro, bueno para las firmas comerciales claro que si lo es.

4 comentarios:

Güengo dijo...

Pues yo estuve una semana sin luz, y no me sentí como si me hubieran cortado una pierna, tal vez un poco contrariado de que no fuera mi culpa el hecho de no tenerla, pero para nada la sentía como una privación absoluta… por otro lado, el hecho de que tú creas “que realmente no concurre esa supuesta interdependencia que se llega a considerar existe entre tales objetos y uno” no cambia el hecho social, es decir, existe una realidad fáctica en la que podemos ver que sí ocurre tal proceso, yo creo que incluso Sócrates lo habría aceptado aún no estando de acuerdo en que se diera tal dependencia.

Güengo dijo...

en realidad fueron dos semanas sin luz, ya ves tan corto se me hizo el tiempo

Fede Fiesta dijo...

Es la "evolución" de nuestras necesidades jajaja

Así es la cosa, hace 10 años nadie tenía un ipod, hoy hay personas que se mueren sin él.

RokCK dijo...

Jajajaja... Me gustó mucho la anécdota.

Y si es cierto, tienes mucha razón; pasa el tiempo y nos convertimos en víctimas de millones de marcas.